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LA IMPORTANCIA DE LAS BARRICAS EN EL VINO.

LA IMPORTANCIA DE LAS BARRICAS EN EL VINO.

Entrar en una sala llena de barricas impresiona. Grandes hileras de barricas, temperatura suave, humedad y silencio que te hacen sentir como en un templo del vino, produciéndote una gran sensación de respeto.

A parte de ser una estampa bonita estéticamente, las barricas tienen un papel fundamental para establecer las características de un buen vino.

El origen de las barricas tiene lugar hace cientos de años. Las civilizaciones egipcias, romanas y griegas eran grandes consumidores de vino y en su preocupación por su transporte y conservación, consideraron que las barricas creadas por los celtas, eran el recipiente más adecuado.

En sus inicios, se fabricaban con cualquier tipo de madera abundante, sin embargo, hoy en día se producen casi únicamente en madera de roble, pero no cualquier roble es válido. De las más de 100 especies de este tipo de árbol, solo se emplean tres para las barricas de madera.

Los principales tipos de roble son el francés y el americano. El primero se caracteriza por una madera poco porosa y fina, de gran calidad. Por otra parte, el roble americano es de madera más compacta y aporta aromas dulces como vainilla y coco.

Las especificaciones para una barrica no acaban en la especie de roble, sino que, la madera debe obtenerse del tronco de un roble sin imperfecciones y de más de 30 cm de diámetro, lo que supone que los árboles tienen que tener al menos 120 años.  Además, el lugar y la ubicación de las barricas en la bodega también resulta fundamental. Por ello, una vez están llenas de vino se colocan en hileras en una zona subterránea, asegurando una temperatura baja y equilibrada a lo largo del año, así como una humedad relativa del 75% aproximadamente.

Pero, ¿por qué tanta exigencia para almacenar un vino?

El proceso de envejecimiento se produce principalmente en dos fases. La oxidativa es la que se produce en barrica.

Estos recipientes de madera de roble son claves en el proceso de crianza. Dentro de ellos, el mosto se convierte en vino y al experimentar ciertos cambios químicos se altera su composición, adoptando un carácter y personalidad singular.

Este proceso es delicado y largo, su fin es aportar unas características organolépticas al vino y mejorar sus cualidades.

La madera de los toneles tiene un papel clave en el envejecimiento del vino ya que le oxigena lentamente. De esta forma envejece y madura, por tanto, influye decisivamente en la fijación de las características de un buen vino.

El contacto de la madera de la barrica con el vino incrementa su tonalidad, debido a la reacción de los taninos de la barrica con el vino. Además, la madera aporta matices, dulzura, distintos aromas y suaviza su sabor. Estos varían según el tamaño, uso y tiempo que pase el vino en la barrica.  Cuanto más tiempo pasa el vino en la barrica, mayor intensidad aromática de madera tendrá.

Además, lo habitual es que no se encuentren vinos en barricas usadas más de tres veces, ya que llegan a un punto en el que se merman las capacidades para transmitir al vino las características de la madera de roble. También hay que tener en cuenta que no todos los vinos son aptos para envejecer en barril.

Posteriormente comienza la fase reductora, en la que el vino pasa a envejecer en el interior de la botella.

Ya embotellado, el vino reposa en botelleros subterráneos y aislados, con una temperatura constante y estable. Las botellas descansan en posición horizontal de tal forma que los corchos siempre estén en contacto con el vino, y que la cámara de aire quede en el centro de la botella.

Como hemos visto, las barricas de roble son fundamentales en el vino ya que las propiedades del caldo están influenciadas por su largo proceso de elaboración y la calidad del roble.  Mediante este proceso se obtiene un vino singular y de calidad, como los de la D.O Arlanza.